Febrero nos lleva hasta Bélgica, en concreto,a la ciudad de Gante. Su nombre procede de la palabra celta «ganda» que hace referencia a la convergencia de dos ríos tal y como sucede en este enclave. La puerta, bastante más moderna del hecho que me sugiere, se encuentra en la zona monumental de la ciudad. El lujo, que quiere aparentar, me lleva a uno de sus ilustres habitantes, el emperador Carlos V. En esta ciudad nació en el año 1500 en el Palacio de Prinsenhof, debido a que sus padres (Juana de Castilla y Felipe el Hermoso) deciden trasladarse a este rincón de Europa como terapia para lograr que su madre se recuperase de los males de los que estaba aquejada, que en la época remitía al mal llamado «mal de nervios».
Carlos V consigue acceder al título imperial gracias a los 800.000 florines con los que los ministros del rey español sobornaron a los electores. La consecución de esta distinción implica la coronación en tres ceremonias que le convertirían en «rey de romanos», » rey de Italia» y «emperador». La primera de ellas se realizó al año siguiente a su investidura, sin embargo, las otras ceremonias no se habían todavía concretado. La coronación imperial por parte del papa había caído en desuso pero Carlos quiso rescatar este rito y cubrirlo de gran gloria. Tras varios meses de conversaciones, en 1530 fue investido canónigo de San Pedro ciñéndole el papa Clemente VII la diadema de oro de los emperadores. Los fastos se celebraron en la ciudad italiana de Bolonia al modo de los antiguos emperadores romanos cuando volvían de sus campañas militares victoriosas y la población congregada para el acto se deleitó con asados y vino que manaba de una inmensa fuente presidida por la figura de Hércules, antepasado mítico de los reyes de España.
Carlos V trató de ejercer un férreo control en sus posesiones imperiales e introdujo en la corte un ceremonial europeo con mayor complejidad y generando múltiples gastos, que unido a las continuas contiendas a las que tuvo que hacer frente, hicieron que la Hacienda real quedase desprovista en algunas ocasiones a lo largo de su reinado.Este león, que simboliza la fuerza, el valor y la justicia, y la abeja, relacionada con la diligencia, la realeza y la divinidad, no pueden ser más expresivos del carácter del emperador.
Pensemos que las apariencias son sólo eso apariencias, que lo importante está en el fondo. No dejemos llevarnos por el envoltorio, seamos críticos con aquello que nos rodea … Pero, eso sí, cuando decidamos darnos, hagámoslos sin miedo … Vamos a cruzar esta puerta … Estoy convencida de que al otro lado hay algo bueno …